El Amor De Antonio

Actor:Rosa amarilla

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-Sr.Antonio, acaba de decir que quiere casarse, ¿puedo ser tu esposa?-Tras encontrarse con la traición, Clara buscó a alguien que no conocía para casarse, y cada uno de ellos tomó lo que necesitó. Pero inesperadamente, este matrimonio era el giro de toda su vida. El camino por delante es incierto. En esta vez, ¿es otro dolor sádico lo que encontrará Clara, o es una verdadera transformación de dulce amor, o es la última parada del amor en su vida?

Capítulo 1: Formar un grupo para casarse 

Al mediodía, el calor era abrasador. Con su vestido de novia puesta, Clara González estaba en la entrada de una tienda de vestidos de novia, viendo como una pareja se estaba besando en un coche que estaba cerca de la acera, sintiendo que el corazón se le partía en mil pedazos . Hoy era un día especial, Clara iba a probarse su vestido de novia acompañado de su prometido, por lo que ambos quedaron en encontrarse en la entrada de la tienda. Pero, después de esperarlo por mucho tiempo, solo fue recompensada con aquella escena. Un hombre estaba de espaldas besándose apasionadamente con una mujer, que apenas se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor. En tanto, aquella mujer mientras respondía a sus besos, a través de la ventanilla del coche le dirigió a Clara una mirada de triunfo. Clara se sintió impactada, nunca en su vida se imaginó que su prometido le pondría los cuernos con su propia hermana. Las lágrimas cayeron bruscamente de sus ojos, ella apretó los dientes por la mezcla de ira y vergüenza que se llenaba en su interior, pensando. “¡Soy la persona más estúpida del mundo!”. Hacía cinco minutos, Francisco Pastor le envió un mensaje diciendo que estaba ansioso de ver cómo le quedaba el vestido de novia, por eso sin pensarlo dos veces, Clara inmediatamente bajó para esperarlo. Sin embargo, aquel el vestido de novia que llevaba puesto se convirtió en la humillación de su vida. De repente, Clara lo entendió todo. Ese mensaje lo había enviado Cecilia Bellido deliberadamente para que ella bajara a presenciar tal escena. Esa mujer y su madre le quitaron a su padre, pero aún no le bastaba con eso, ¡ahora quería quitarle a su prometido! Lo que más le defraudaba a Clara era la traición de Francisco. Pues, él sabía lo mucho que odiaba a Cecilia, pero aún así, secretamente le puso los cuernos con ella, por lo que Clara sentía como si estuviera en una pesadilla. Como tenía miedo de perder el juicio y cometer alguna locura, huyó del lugar antes de que Francisco la viera. Poco después, Clara recibió la llamada de Cecilia, su voz estaba llena de orgullo y provocación, -Mi querida hermana, ¿lo has visto? Francisco siempre me ha amado. Ten claro que no se va a casar contigo, porque nunca se lo permitiré, él es solo mío, ¡no sueñes con tenerlo!- En toda la tarde, Clara estuvo abatida deambulando en la calle, arrastrando su vestido de novia con lágrimas en la cara mientras ignoraba por completo las miradas constantes de los transeúntes. Al pasar por un club, ella entró y pidió muchos tragos. Mientras bebía, lloraba desconsoladamente, tratando de que el efecto del alcohol le ayudara a olvidar sus penas. Aquella noche, Clara estaba tan borracha que directamente se quedó dormida en el sofá de una de las habitaciones privadas del club. A la mañana siguiente, Clara se despertó por el timbre del teléfono. Aturdida, tomó el móvil, y antes de que dijera algo, se escuchó la voz furiosa de Francisco, -¡Clara, ¿dónde estás?! ¿Sabes que ayer te he estuve esperando toda la tarde en donde quedamos? ¡Si tan poca importancia le das a nuestra relación, creo que lo mejor es que cancelemos la boda!- Clara enseguida se puso sobria, pero su corazón solo estaba lleno de tristeza e ironía. “¡¿Boda?!¡Desde que ayer los vi besándose, no planeaba seguir con la boda!”, pensó para sus adentros. Sin decir nada, Clara colgó la llamada. Luego, se fue al baño a lavarse la cara, para finalmente salir de la habitación para ir a pagar la cuenta. Llegando al pasillo, una figura esbelta de un hombre se acercaba hacia a ella. Clara no se percató de él hasta que escuchó al asistente, que le seguía por detrás, decirle respetuosamente, -Presidente, su padre ha dicho que lo principal de su agenda de hoy es ir a Registro Civil a casarse con la señorita López, para luego celebrarlo con una cena.- -No tengo tiempo para eso.- Los delgados labios de aquel hombre se abrieron ligeramente para responder con indiferencia. -Pero... Su padre dijo que tiene que casarse sea como sea. Si la chica no es de su agrado, él le puede enviar a otras, hasta que encuentre una que más le guste.- El asistente transmitió las palabras del antiguo presidente con sudor frío en su frente y mucha cautela. -¡Ah, quiero morirme! Ve y encuéntrame una mujer cualquiera del círculo de celebridades, me basta con que no sea una que él haya elegido para mi. Quiero acabar de una maldita vez con su idea de escogerme una mujer.- El hombre resopló con frialdad mientras actuaba de manera determinada. El asistente se quedó aturdido, -Presidente... ¿acaso está bromeando?- Los ojos del hombre estaban fríos, -¿Te parece que estuviera bromeando?- “¡No parece!”, pensó el asistente, “Pero... Después de todo, el matrimonio es algo para toda la vida, ¿decidirlo así no es como si se lo tomara a la ligera?”. El asistente vaciló en hablar, quería persuadirlo, pero al ver el aspecto incuestionable de su jefe, no tuvo más remedio que callarse. En ese momento, Clara no pudo evitar dirigirle la mirada a aquel hombre. Era un hombre excepcionalmente sobresaliente. Sus rasgos faciales eran como si el mismísimo Dios los hubiese tallado. Tenía labios delgados y nariz alta, y sus ojos serenos emitían una sensación de frialdad, además de ser tan profundos que nadie podía adivinar lo que pensaba. El traje a medida que llevaba puesto, le hacía lucir esbelto y atractivo. Su temperamento era frío e inalcanzable, como si fuera alguien de la nobleza que poseía un aura majestuosa. Además exuda una sensación de distante que se combina con su aura poderosa e intimidante. Clara reconoció a aquel hombre, era el presidente del Grupo Nevada, Antonio Díaz, un personaje famoso en la industria del entretenimiento. Por lo general, él actuaba de una manera muy discreta y rara vez aparecía en público. Clara tuvo el honor de conocerlo una vez cuando estaba de prácticas como periodista. “¡No me esperaba verlo aquí!”. Mientras estaba pensando, Antonio pasó por su lado. Pero enseguida una idea pasó por la mente de Clara. Antonio estaba buscando a una candidata para casarse y daba la casualidad de que ella acababa de ser traicionada por su prometido. Como no existe un vínculo emocional entre ambos, no parecía una mala idea casarse el uno con el otro. Lo más importante era hacerle creer a Cecilia que ella podía encontrar a un hombre mucho mejor que Francisco, ¡también era para que su estúpido exnovio se sintiera arrepentido! Teniendo eso en mente, Clara inmediatamente detuvo a Antonio, -Disculpe, señor Díaz.- Su repentino llamado sorprendió a Antonio y a su asistente, haciendo que estos la mirasen al mismo tiempo.

Capítulo 2: Debes llamarla doña Díaz

-¿Necesita algo?- El asistente se puso en guardia delante de Antonio y preguntó por su jefe. Clara primero se les acercó, luego de una leve reverencia con la cabeza dijo directamente, -Acabo de oír al señor Díaz decir que está buscando a alguien para casarse, ¿le parece que puedo ofrecerme como candidata?- -¿Perdón?- El asistente parecía totalmente asombrado. Antonio tampoco se esperaba que esta mujer, de ojos atrevidos e indiferentes, le llamara de repente para decirle tal disparatada, de modo que no pudo evitar verla detenidamente. Cuando vio a Clara con un vestido de novia puesto, una luz extraña pasó por sus tranquilos ojos, develando su asombro. Clara no pudo evitar ponerse nerviosa, aunque ella preguntó calmada, no estaba segura de que Antonio aceptara su disparatada propuesta. Después de todo, alguien como Antonio, que venía de una familia opulenta y de gran poder, era el hombre de los sueños de innumerables mujeres. Sin lugar a duda habría muchas mujeres que eran más sobresalientes que ella, por eso solo preguntó para probar suerte. El ambiente se quedó en silencio por un momento, luego de un rato, Antonio preguntó, -¿Dónde está tu prometido?- Su voz era baja y magnética, sonaba sexy y encantadora. -Me ha dejado por otra mujer. Hace un momento, sin querer le escuché decir que está buscando a alguien para casarse. Bueno, si todavía no ha encontrado a una buena candidata, me preguntaba si quisiera casarse conmigo. Tengo muchas aptitudes, sé cocinar, lavar la ropa, también soy alguien sensata y muy considerada. Definitivamente sería una buena esposa, juro ser leal al matrimonio, mantener distancia de otros hombres, cuidar bien de mi marido y cumplir con el deber de una esposa.- Clara sonrió mientras parpadeaba. Su tono era tan relajado como si estuviera diciendo que hacía un buen tiempo y no mostraba temor alguno al aura distante que emanaba Antonio. El asistente finalmente volvió a la normalidad, pero no pudo evitar tener ganas de reírse. “¿Está proponiendo un matrimonio así de la nada? ¿Acaso cree que el matrimonio es alguna clase de juego donde lucha contra monstruos para subir de nivel?. Pero, de verdad siento algo pena por lo que le ha ocurrido”. -Señorita, lo siento mucho, nuestro presidente...- El asistente estaba a punto de rechazar a Clara, cuando Antonio levantó la mano para detenerlo. El asistente se sobresaltó y antes de que pudiese reaccionar, vio a Antonio mirando a Clara con los ojos entrecerrados durante mucho tiempo, hasta que finalmente éste asintió con la cabeza, -Está bien, acepto tu propuesta.- “¿Eh? ¿ha aceptado mi propuesta?”. Clara se sintió increíble. “Él no me preguntó nada para estar de acuerdo. ¿Esto...no es demasiado bueno para ser verdad?”, pensó. No solo Clara estaba sorprendida, sino que el asistente a su lado también lo estaba. -Presidente, ¿No...le parece sospechoso todo esto? No sabemos quién es esta señorita, ¿no sería mejor investigarla antes de tomar una decisión?- El asistente reaccionó rápidamente para tratar de persuadir a Antonio que lo pensara mejor. En este mundo había muchas mujeres codiciosas. Además, esta mujer había llamado “señor Díaz” a Antonio, lo que demostraba que conocía su identidad, de modo que nadie podía asegurar de que era una blanca paloma. -No hace falta.- Respondió Antonio con indiferencia y luego se giró para mirar a Clara, diciendo, -Si te casas conmigo, no podrás volver a atrás, ¿lo has pensado bien?- -Sí. Lo he pensado bien y no me arrepentiré.- Clara confirmó solemnemente. -¿Has traído contigo tu carné de identidad y otros documentos necesarios para el casamiento?- Antonio fue directo al grano, mostrando su manera de actuar con determinación. -No.- dijo Clara sacudiendo la cabeza. Antonio miró su reloj y dijo, -Ve a preparar los documentos necesarios. Nos vemos en el Registro Civil en una hora. ¿te parece bien?- -Sí.- Clara no dudó en asentir. -Genial. José, llévala a su casa en el coche.- Antonio ordenó al asistente que estaba detrás de él. José no supo qué decir. ... Aproximadamente una hora más tarde, Clara y Antonio completaron el registro sin ninguna complicación. Después de salir del Registro Civil, sujetando el certificado en la mano, Clara se sentía como si estuviera en un sueño. A partir de ese momento, ella era una mujer casada y, aunque su marido no era el que se tenía previsto, Clara no lo lamentaba para nada. -Señor Díaz, ¿tiene un momento? Me gustaría hablar con usted.- Clara de repente detuvo a Antonio que caminaba por delante. -Claro.- Antonio alzó las cejas mientras le respondía. Los dos se ingresaron a una cafetería cercana y se sentaron uno enfrente del otro. Tan pronto como Antonio se sentó, él le preguntó directamente a Clara -¿De qué quieres hablar?- -Puede que le parezca algo presuntuoso, pero me gustaría que Usted pueda aceptar una condición- El tono de Clara no era para nada confiada. Después de todo, se acababan de casar hace un momento. No era adecuado que le pidiera eso ahora. -Dime.- Las cejas de Antonio se fruncieron un poco, pero no mostró mucho disgusto. Clara soltó un suspiro de alivio y luego se armó de valor para decir, -¿Es posible no hacer público nuestro matrimonio por ahora? Tengo muchos asuntos personales por arreglar que no quiero que sean afectados. Claro, usted tiene la ultima palabra, lo que quiera que usted decida, yo no interferiré en su decisión.- Después de escuchar las palabras de Clara, la cara de Antonio se mostró inexpresivo, solo se pudo captar un rastro indescifrable. Después de un largo tiempo dijo, -Puedo aceptar tu condición, si tú cumples algunas condiciones que tengo para ti.- -Dígame.- Clara asintió con la cabeza. -Lo primero es que tienes que mudarte a mi casa, porque es el principio básico para mantener el matrimonio. Lo segundo es que tengo mis propios asuntos, así que si es necesario, haré público lo nuestro, por lo que no puedes objetar al respecto.- -Acepto tus condiciones.- Dado que Antonio aceptó su petición, Clara no tenía ninguna razón para negarse. Después de aquella conversación, Clara se fue primero. Tan pronto como se fue, el asistente entró. Mirando a Antonio, no pudo evitar decir, -Presidente, ¿de verdad no es necesario investigar la identidad de la señorita Clara?- Normalmente no habría duda de que Antonio le habría pedido que la investigara, sin necesidad de estar preguntándoselo reiteradas veces. “¡Esto es tan extraño!”. -Claro que tenemos que investigar. Quiero saber la razón por la que ha buscado a un desconocido para casarse.- Antonio apretó los labios como si estuviera pensando en algo. -Sí, lo averiguaré lo antes posible, pero...- -¿Qué?- -Tengo una duda, ¿usted conocía a la señorita Clara de antes?- “De lo contrario, ¿por qué habría aceptado casarse con aquella mujer extraña así sin más? ¡Esto no era propio de él!” Antonio no respondió a la pregunta de José, solo se limitó a ver en dirección a donde se había alejado Clara, para luego sonreír significativamente, -¡A partir de ahora, deberías llamarla señora Díaz!-

Capítulo 3: Hacer a esta pareja desvergonzada arrepentida

Después de despedirse de Antonio, Clara regresó a su casa. Tan pronto como entró en casa, vio a Cecilia y su madre, Ofelia Fernandez, acompañando al padre de Clara, Adolfo González, en el salón. Los tres estaban charlando alegremente en “familia”. Ese momento, Clara no pudo evitar sentirse como si ella fuera la que sobraba en esa casa. Clara se sintió deprimida, cerró la puerta principal y luego subir por las escaleras sin saludar a nadie. Adolfo, al verla subiendo, gritó, -¡¿Detente?! -¿Sucede algo?- Clara se detuvo y preguntó con indiferencia. -¿Aún recuerdas que tienes una casa? La señorita se queda fuera durante toda la noche y al regresar ni siquiera es capaz de saludar a la familia, ¿aún nos consideras tus padres?- Adolfo la regañó con airadamente, con su rostro lleno de disgusto. Clara soltó una risa burlesca y con un tono de sarcasmo, respondió -¿Padres? Mi madre ha muerto hace mucho y mi padre, aunque sigue vivo, para mí es como si estuviera muerto.- -¡Mocosa insolente!- Adolfo golpeó la mesa con furia. -Papá, cálmate, no vale la pena enfadarse por las palabras de Clara.- Cecilia consoló a Adolfo, actuando como una hija bien comportada. Ofelia también salió para actuar el papel de una buena madre, dijo, -Clara, no le hablas así, después de todo es tu padre.- -¿Has visto cómo se comporta tu hermana? ¡¿Cuándo aprenderás de ella?!- Adolfo continuó regañándola, pues su ira aún no se había disipado. Clara soltó una risa, sin poder evitar burlarse se sus palabras, dijo, -¿Qué debería aprender de ella? ¿Aprender a cómo robar el prometido de otras para acostarme con ellos? ¿O aprender a ser tan descarada como ella?- -¡Clara, tú...!- La cara de Cecilia cambio de expresión y cuando estaba a punto de contestarle enojada, Ofelia se adelantó a preguntar, -Clara, ¿cómo puedes decir eso de tu hermana?- -Mi madre solo me dio a luz a mí, ¿de qué hermana me hablas? ¡Ah! ¡Ahora entiendo por qué Cecilia es tan desvergonzada para robarle el novio a los demás! ¡De tal palo tal astilla!- Las palabras de Clara fueron muy directas. El rostro de la madre e hija parecía como si estuviese a punto de estallar por la furia. -¡Clara, te estás pasando!- gritó Ofelia, mientras su cuerpo temblaba del enojo, -Estos años he hecho todo lo posible por esta familia. Aunque no tengo méritos he dado todo mi esfuerzo. Ahora yo soy tu madre ¿cómo puedes hablarme así?- -Querrás decir que eres la madrastra. Pero, esto no borra el hecho de que seas una maldita puta roba maridos..¿Acaso piensas que puedes tapar el sol con un dedo? Tú siempre seras la amante.- Clara tarareó su respuesta con desdén. -¡Tú...!- La cara de Ofelia estaba deformada por la ira. Lo que más le disgustaba era que la llamaran la otra. Cuando la madre de Clara todavía estaba viva, Ofelía sufrió mucho por ser la amante. Después de muchos años de espera, la madre de Clara finalmente murió y ella por fin podía coronarse como la señora González. Llevaba muchos años sin que nadie se atreviera a llamarle la amante. En el pasado, Clara rara vez lo mencionaba, pero ahora que lo había dicho tan directamente, hizo que Ofelia se sintiera más humillada que nunca. -Mamá, no te enfades.- Al ver que Ofelia estaba a punto de perder los estribos, Cecilia no tuvo más remedio que apaciguarla. Luego, ella caminó hacia Clara mientras una espesa niebla cubría su mirada. Clara simplemente respondió su acercamiento con una mirada fría llena de desdén. -Je-Je. Clara, tú no paras de llamar a otros como la amante, pero la realidad es que, tú solo eres una maldita perdedora que ni siquiera fue capaz de cuidar de su hombre, así que no puedes echar la culpa a los demás por arrebatártelo. Sé que me sientes rencor, pero déjame decirte por qué Francisco me ha elegido a mí...- Cecilia lo dijo en un tono tan bajo que solo Clara podía oírla y era obvio que no tenía buenas intenciones, -Porque estoy embarazada de él. Es una pena que vuestra relación de tantos años no sea suficiente para superar mi seducción.- En ese momento, Clara se sintió completamente anonadada. No podía creer lo que había oído. “¿Embarazada? ¿Cecilia está embarazada del bebé de Francisco?” Resulta que ellos llevaban acostándose mucho tiempo a espaldas de ella. “¡Sí que ellos supieron cómo humillarla!”. -Pronto se lo contaré a papá y estoy segura de que no se opondrá. En menos de lo que canta un gallo estaré comprometida con Francisco, ¡Y tú quedaras como la perdedora!- Cecilia sonrío con orgullo, como si el sufrimiento de Clara fuera su mayor placer. -¡Cecilia, más descarada no puedes ser!- Clara estaba temblando de ira mientras la tristeza invadía su interior. Le era imposible quedarse en casa, así que subió a cambiarse de ropa para directamente ir a trabajar a la empresa. La revista del Grupo Santa era donde se podía ver las noticias bomba del entretenimiento, su especialidad era sacar los chismes más calientes de las celebridades Aunque la competencia laboral interna era muy feroz, Clara, que se graduó de la universidad hace dos años, entró en esta compañía como reportera y gracias a que hizo reportaje de bastantes noticias destacadas , supo ganarse algo de fama en esta industria. Clara no tenía buena cara en la reunión de la mañana, de modo que el gerente le reprendió porque tenía una pinta de agotada. Al ver que se encontraba mal, su amiga Alejandra Guzmán la llevó a una cafetería con la excusa de que iban a reportar una noticia. Allí le preguntó con preocupación, -Clara, ¿ayer no fuiste con Francisco a probarte el vestido de novia? ¿Por qué tienes la cara tan pálida? ¿Ocurrió algo?- Mirando la cara preocupada de su amiga, Clara sintió ganas de llorar. Enseguida se le cayeron las lágrimas, como si la acumulación de la tristeza finalmente hubiera encontrado un lugar para desahogarse. -¿Por qué lloras? ¿Qué pasó? ¡Cuéntame!- Alejandra se puso más preocupada. Hacía muchos años que conocía a Clara, ella siempre le había dado a la gente una impresión de optimista y fuerte, por lo que nunca la había visto llorar tan desconsoladamente. Llorando, Clara le contó a Alejandra, todos los agravios y amarguras que tenía acumulado en su corazón. Después de escucharla, Alejandra golpeó airadamente la mesa y dijo -¡Qué sinvergüenza! ¡Qué indecente! ¡Cecilia es una maldita descarada! ¡Y, ese Francisco, siempre lo consideré como el hombre perfecto, pero nunca imaginé que tan solo era una maldita bazofia!¿Cómo pude considerarlo como un hombre decente? ¡¡¡ Maldito cabrón!!!- -¿Por qué se ha metido con Cecilia? Él sabe bien lo mucho que la odio...- Aunque Clara aparentaba ser fuerte, en realidad estaba muy triste, como si fuera un pequeño animalito herido. A Alejandra se le partió el corazón verla así. Ambas eran amigas desde hace muchos años, por lo que conocía su situación familiar. Cuando la madre de Clara todavía estaba viva, el padre de Clara le puso los cuernos con Ofelia. Entonces, su madre estuvo deprimida todo el tiempo por la infidelidad de su marido. Poco después, la madre de Clara murió de una enfermedad, esto fue la oportunidad que esperaba Ofelia para casarse con Adolfo. Una vez casados, Ofelia trajo a su hija Cecilia a la familia González, quitando todo lo que le pertenecía a Clara. Madre e hija eran unas hipócritas, trataban muy bien a Clara delante de Adolfo, pero a sus espaldas, no paraban de acosar a Clara. Primero, arrebataron la atención de Adolfo, para luego persuadirlo de entregar la mitad de los derechos de herencia a Cecilia, desde entonces Clara perdió su posición en casa. Ahora, Cecilia incluso le quitó su prometido. Alejandra sabía muy bien que Clara estaba sufriendo mucho con eso y que solo aparentaba ser fuerte, cuando en realidad su corazón estaba hecho pedazos. -Clara, no te aflijas. Piénsalo un poco. Ha sido una suerte que hayas descubierto la verdadera cara de ese cabrón, imagínate lo mal que lo hubieras pasado si te casabas con él.- Alejandra la abrazó, la consoló con gentileza, tratando de darle un poco de consuelo. Clara se secó las lágrimas y asintió con la cabeza, -Alejandra, gracias. No te preocupes, estaré bien. Algún día les haré arrepentirse por haberme tratado así.-