Actor:llama llama
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La noche en que vio a su marido ponerle los cuernos, Vanesa fue al bar para emborracharse, sin embargo, se encontró con el hombre inesperado: Dylan Moya, tío de su esposo. No podía liberarse de este hombre con el que había pasado una noche de pasión de ninguna manera, a Vanesa no le quedó otro que seguir esta aventura con él. Pero... —Dylan, ¡¿no me has prometido que nunca revelarás nuestra relación a los demás?! El hombre le dibujó una sonrisa coqueta, se le acercó y le mordisqueó el lóbulo: —¿Tiene Nada que ver conmigo? Nos descubrieron «por causalidad». Vanesa le preguntó enfadada: —Entonces, ¿cómo puedes dejarme ir? —Hasta que me canse tu cuerpo.
Era una noche de verano, Vanesa Cazalla vio desde el balcón que entraba un coche GTR azul en el patio. A pesar de la oscuridad, ella podía ver cómo una pareja se morreaba en el coche, y no les importaba que ella viera ese espectáculo. El hombre entremetió sus manos ágilmente en el vestido blanco y escotado de la mujer, evidentemente no era la primera vez que lo hacía. La mujer levantó la cabeza para localizar a Vanesa y le sonrió aposta. Luego, gimió tan seductivamente que el hombre no pudo aguantar más. Vanesa vio la escena con frialdad, indolente. La primera vez que ella vio esta escena, se sintió desesperada, pero después de encontrarlos en innumerables ocasiones sin mostrarle ni mínimo respeto, que incluso se habían acostado en su habitación de matrimonio, su corazón ya estaba tan roto que no podía doler más. Ella había dejado su dignidad de lado y había suplicado al hombre. No obstante, Vanesa decidió dar fin a todo esto hoy, se quedó mirando todo el espectáculo mostrado en el coche y se fue del balcón cuando el hombre finalizó con agrado. Los tres se encontraron en el salón, entonces el hombre se puso impaciente al ver a Vanesa y dijo: -¿Qué? -Orlando, divorciémonos. -¿Divorciarnos? Orlando Moya se burló de Vanesa, como si fuera el chiste más gordo que hubiera escuchado. Besó fuertemente y lamió los labios de la mujer que tenía en sus abrazos. -¡Ni lo sueñes! -Orlando respondió palabra por palabra a Vanesa. -¿Por qué? Vanesa no se lo esperaba, porque ella había pensado que Orlando se estaba pasando cada vez más de la raya para obligarla a divorciarse. En aquel estúpido pasado, ella no quería separarse de Orlando y hasta consideró que él había sido seducido por Melina Cazalla, su bastarda hermana. Sin embargo, cuando Vanesa ya lo tenía todo claro y propuso el divorcio, Orlando se negó a aceptarlo. -¿Y me preguntas el porqué? -Orlando miró a Vanesa sin ocultar el odio en sus ojos. -Vanesa, es mi venganza por tu traición, no me divorciaré de ti, pero tampoco dormiré contigo. ¡Además, tendrás que ver lo felices que seremos Melina y yo! -Orlando, ¿qué he hecho mal? Vanesa había conocido a Orlando desde la infancia, luego los dos se habían enamorado soñando con casarse en la iglesia. No se esperaba que ese sueño se convirtiera en el comienzo de su pesadilla, ¡ni siquiera sabía cuál era su error! -¡No te hagas la inocente! ¡Me das asco! -Orlando se burló con frialdad y se giró abrazando a Melina. -Mi amor, esta noche lo pasaremos tú y yo a solas en casa. -¡Genial, te prepararé platos deliciosos! Esa dulce voz de Melina le daba náuseas a Vanesa, haciendo que sonriera amargamente con el rostro pálido. «¿Ni siquiera puedo divorciarme? ¡Pues no continuaré con sus tonterías!» Vanesa sonrió fríamente y se subió para cambiarse de ropa. Dejó su vestido casual conservador y bajó con una falda sexy de color rojo fuego ardiente. Esta noche, ella no será el mosquito más tonto del grupo que solo sigue la luz, en cambio, será la estrella más brillante. Media hora después, Vanesa estaba sentada en la barra, ignorando todas las miradas ardientes dirigidas hacia ella, y dijo: -Dame una "Noche eterna", por favor.
"Noche eterna" era el cóctel más famoso del Bar MC. El camarero ya estaba acostumbrado a ver gente que venía a emborracharse y se lo preparó en seguida. La bebida era brillante y transparente, Vanesa se lo bebió de un trago. Tras el frescor de la menta, sintió un picor que le ardía desde la garganta hasta el interior; su cara sonrojada la hacía ver más encantadora. La gente la miraba como lobos hambrientos, algunos la contemplaban embobados y otros hasta le coqueteaban. -Otra copa más para la señorita, gracias -dijo un hombre formalmente vestido-. yo te invito. Vanesa solo quería tomar para emborracharse y nada más, por eso volvió a beber otro coctel de un solo trago, pero se atragantó al beber demasiado rápido y empezó a toser. -Ten cuidado. El hombre aprovechó para acariciarle la espalda y su mirada se hacía cada vez más ardiente al tocar esa suave piel. -¡Vete a la mierda, no me toques! Vanesa no pudo soportar que un pervertido la tocase, apartó su mano y caminó tambaleando hacia la salida tras haber pagado. -Te acompaño, que estás borracha. El hombre se levantó rápidamente para agarrar la muñeca de Vanesa, pero esta lo evitó, cayendo en el brazo de otro hombre. El acosador vio a quien pertenecía aquel brazo y se escondió asustado entre la multitud. Vanesa, muy borracha, lo abrazó sin pensar y se acurrucó en su hombro como una gatita. -¡Qué bien hueles! ¡Decidido! -murmuró Vanesa con una sonrisa pícara. Dylan Moya se sorprendió al ver a la persona que había metido en sus brazos. «¡Es ella! ¿Acso está borracha?» Vanesa tenía la cara roja, su mirada estaba perdida y su cuerpo parecía como el fruto prohíbido del jardín del Edén que seducía a la gente para darle un mordisco. -Señor, acuéstate conmigo esta noche y te pagaré mucho dinero. «Vaya, parece que esta quiere pagar por el sexo. Pero, eso de señor…» -¿Señor? ¿Aparento muy mayor? -preguntó Dylan, levantando la barbilla de Vanesa. Mua. -Está bien, son muy blanditos. Vanesa estaba borrachísima, besó esos atractivos labios sin pensarlo apenas vio que se acercaban. No estaba mal, por lo menos no sintió asco por el beso. Sin embargo, Dylan se quedó completamente atónito, no esperaba que la conejita que tenía en sus abrazos resultara tan salvaje. A lo mejor Orlando no ha visto el lado salvaje y coqueto de Vanesa. -¿Quieres acompañarme? ¡Tengo dinero! Al no haber recibido ninguna respuesta, Vanesa se impacientó, disgustada pinchó varias veces con el dedo el pecho de Dylan y dijo con tristeza: -Déjalo, buscaré a otro… No obstante, Dylan la abrazó con fuerza cuando ella iba a alejarse. -¿A quién quieres buscar? -¡No tiene nada que ver contigo! Vanesa no sabía lo que le esperaba y trataba de zafarse. -Ya es tarde para arrepentirse. Dylan esbozó una sonrisa y la besó sujetando su barbilla. A diferencia del beso infantil de Vanesa, el de Dylan resultaba ardiente y dominante.
Dentro del dormitorio, había dos cuerpos ardientes, que se entrelazaban centímetro a centímetro en la gran cama blanda, se oía gemidos seductores y respiraciones fuertes… Parecía una gran tormenta amorosa, que duró toda la noche. Vanesa ya estaba casi despierta, pero se sentía extremadamente cansada y con los ojos borrosos veía la cara que tenía enfrente como si fuera su esposo. -Orlando... Este murmullo reveló su deseo oculto. La mujer no paraba de repetir ese nombre con los ojos cerrados y lleno de lágrimas. -Orlando, Orlando... El ambiente encantador desapareció, Dylan miró fríamente a Vanesa con los ojos entrecerrados, y secó sus lágrimas. -Vanesa, abre tus ojos y mira quién soy -ordenó Dylan, apretando su barbilla. La voz fría asustó a Vanesa y abrió los ojos inconscientemente. -Orlando. Vanesa no se dio cuenta del peligro escondido y seguía repitiendo ese nombre mientras abrazaba al hombre. -¡Maldita sea! Dylan golpeó la cama y se levantó para ir al baño llevando a Vanesa en sus brazos. Vanesa todavía estaba inconsciente. Dylan la había querido tirar directamente en la bañera, pero finalmente se tumbó con ella en la gran bañera de tres plazas y abrió el grifo con temperatura bien regulada. Dylan lavó torpemente a Vanesa y a si mismo, luego la sacó en brazos hacia el dormitorio. -Ya hablaremos cuando estés despierta. Dylan se quedó dormido abrazándola. Se puede dormir bastante cuando uno está exhausto. Vanesa no se despertó hasta la tarde. A primera vista, vio una figura espectacularmente sexy, cuyos músculos parecían esculpidas a la perfección. Las escenas de anoche pasaron por su mente como una película y de repente recordó haber visto a… -¡Orlando! Pero la sonrisa de Vanesa se detuvo al instante y preguntó: -¿Quién eres tú? «¡Ni siquiera conozco a este hombre! ¿Me acosté con él?» Vanesa apartó al hombre en medio del pánico y lo miró con recelo cubriéndose con la colcha. -¿Te dormiste conmigo y ahora no lo quieres reconocer? ¡Qué cruel eres! Dylan la miró con una sonrisa misteriosa, al sentarse se mostraba su buena figura y su… Vanesa se giró rápidamente con la cara sonrojada. -Si incluso hemos hecho el amor, ¿de qué te avergüenzas? -¡Cállate! Vanesa lo miró con enojo, ya no se atrevió a bajar la vista y se fijó en su cara. De modo que, descubrió que el hombre se parecía un poco a Orlando y quizás por eso ella lo había confundido. «No será…» El rostro de Vanesa se puso pálido por el gran asombro y preguntó con voz temblorosa: -Tú eres... el ti-ti-tito… -Vanesa se atragantó al hablar-. Eres el tío Dylan, ¿no? El hombre sonrió cada vez más y apretó la barbilla de Vanesa, obligándola a acercarse. -¿Ya recuerdas quién soy? Sí, soy "Tito" -dijo Dylan, le gustó ese apodo ocasionado por el error de Vanesa, que hacía una referencia especial a tiíto. Cuanto más se acercaba Dylan, más rígida se ponía Vanesa. -No esperaba que siguieras siendo virgen tras haberte casado un año y medio con Orlando. ¿Debo alegrarme por eso, Vanesa?